CASTIGADA POR SU PROPIA FAMILIA
Juliana
es una niña del barrio El Salado que
cursa estudios en un colegio del sector. Pequeña, frágil y con una delgadez que
hacen pensar en esos niños de Somalia sin sueños ni oportunidades. Juliana es blanca, de ojos almendrados y
mirada triste. Tal vez porque no deja de pensar en su tragedia. Un día sus
compañeras de colegio, se dieron cuenta que Juliana llegaba con moretones en
las piernas y brazos pero al preguntársele por ellos, Juliana decía que se
había caído. Ella, muy tímida y de pocos amigos, se refugiaba en un rincón de la
cafetería para que nadie la viera ni le preguntara nada.
Pero
tanta evasión provocaba que se fijaran más en ella hasta que sus compañeras,
queriéndola ayudar y atraer al grupo se le acercaron y vieron los moretones.
Con el corazón quebrantado, no pudo más y contó su tragedia a una de sus
compañeras: su padre y abuela la maltrataban. Contó con lágrimas cómo la
cogían del cuello como si la fueran a
ahorcar y dejaban las marcas de los dedos en su cuello. Juliana vivió así por
varios meses, el miedo a su padre y a su abuela paterna no la dejaban hablar de
su problema. La compañera a quien le
contó el caso, habló con los directivos del plantel quienes pusieron manos en
el problema, hablaron con la psicóloga del plantel y padre y abuela tuvieron que asistir a la
entrevista con la especialista. Sin
embargo y a pesar de las advertencias, el maltrato se hizo más evidente.
Juliana
estaba muy asustada pues sentía que un día no iba a amanecer viva. El colegio
tomó medidas más drásticas y llamó a Bienestar Familiar, quien brindó ayuda
Psicológica al grupo familiar pues se
detectó descendencia de maltrato intrafamiliar por parte de la abuela hacia el
padre y del padre hacia la hija.
Juliana
ahora está un poco más tranquila, pues está en terapia junto con su padre; él
ya no es tan agresivo con ella y ella trata de tener una vida más amable
gracias a la ayuda brindada por sus compañeros y la Institución donde
estudia.
Luisa Fernanda
Góngora Conde
NUSEFA