lunes, 29 de abril de 2013


CASTIGADA POR SU PROPIA FAMILIA

Juliana es una niña  del barrio El Salado que cursa estudios en un colegio del sector. Pequeña, frágil y con una delgadez que hacen pensar en esos niños de Somalia sin sueños ni oportunidades.  Juliana es blanca, de ojos almendrados y mirada triste. Tal vez porque no deja de pensar en su tragedia. Un día sus compañeras de colegio, se dieron cuenta que Juliana llegaba con moretones en las piernas y brazos pero al preguntársele por ellos, Juliana decía que se había caído. Ella, muy tímida y de pocos amigos, se refugiaba en un rincón de la cafetería para que nadie la viera ni le preguntara nada.

Pero tanta evasión provocaba que se fijaran más en ella hasta que sus compañeras, queriéndola ayudar y atraer al grupo se le acercaron y vieron los moretones. Con el corazón quebrantado, no pudo más y contó su tragedia a una de sus compañeras: su padre y abuela la maltrataban. Contó con lágrimas cómo la cogían  del cuello como si la fueran a ahorcar y dejaban las marcas de los dedos en su cuello. Juliana vivió así por varios meses, el miedo a su padre y a su abuela paterna no la dejaban hablar de su problema. La compañera  a quien le contó el caso, habló con los directivos del plantel quienes pusieron manos en el problema, hablaron con la psicóloga del plantel y  padre y abuela tuvieron que asistir a la entrevista con la especialista.  Sin embargo y a pesar de las advertencias, el maltrato se hizo más evidente.

Juliana estaba muy asustada pues sentía que un día no iba a amanecer viva. El colegio tomó medidas más drásticas y llamó a Bienestar Familiar, quien brindó ayuda Psicológica al grupo familiar  pues se detectó descendencia de maltrato intrafamiliar por parte de la abuela hacia el padre y del padre hacia la hija.

Juliana ahora está un poco más tranquila, pues está en terapia junto con su padre; él ya no es tan agresivo con ella y ella trata de tener una vida más amable gracias a la ayuda brindada por sus compañeros y la Institución donde estudia.



Luisa Fernanda Góngora Conde
NUSEFA 

domingo, 14 de abril de 2013


DEL CIELO AL HUECO!

Barrio las Américas, sector duro, si se concibe en el sentido de que la juventud corre peligro allí. Hay muchas bandas y mucho jíbaro si entendemos la palabra como el vendedor de droga barata. Mucha tentación para pelados sanos que lo único que quieren es sacarse buenas notas en el colegio y dar satisfacción a sus padres que trabajan para sacarlos adelante.

Andrés* era uno de esos pelados, brillante en el colegio, dedicado a sus padres y a sus estudios, cursa noveno grado en el  colegio del Barrio. Cristiano por convicción, le gustaba predicar en su barrio la palabra de Dios, iba de casa en casa evangelizando y los vecinos lo escuchaban pues el muchacho tenía carisma y todos lo querían.

Tenía una debilidad y era  escuchar música Rock, pero de buen rock como el aclaraba; indagando por esta música, cayó en una banda de rock satánico que lo fue llevando poco a poco a olvidarse de su estudio, de sus padres y de Dios. Escuchaba la música que oía el grupo en que fue cayendo poco a poco y sin darse cuenta,  entraba en un frenesí, en un trance moviendo la cabeza de arriba hacia abajo con los ojos perdidos como si estuviera poseído. Y sí, poseído por las drogas que empezó a consumir en el grupo al que entró, que según lo que se supo, se hacen llamar “slipknot”.

De aquel joven ya no queda nada hoy, sus padres no saben qué hacer, Andrés   ya no les hace caso, pocas veces va al colegio y  las veces que va, forma problema con los amigos hasta el punto de mantener sancionado a cada rato.

Andrés pasó de ser el hijo perfecto a un extraño joven sin norte claro. Salir de ese hueco donde está es difícil,  si se entiende que consume drogas y la adicción es muy fuerte;  los costos de desintoxicación son grandes y sus padres no tienen dinero para un tratamiento. Los vecinos sienten pena por él pero nadie quiere tenderle la mano. Lo triste es que como él muchos son los jóvenes que se han transformado de esta manera en el barrio.

*Nombre Ficticio

Néstor Fernando Rozo 
Nusefa 2008

domingo, 7 de abril de 2013


EL BUS DE LOS SUEÑOS


Temprano en la mañana, 5:45, para ser exactos, llega hasta la esquina del barrio el bus escolar para recoger a Natalia, grado noveno.

Natalia se sube al bus más dormida que despierta, el agua fría del baño no le ha espantado el sueño ni el ligero desayuno que tomó. Se sube al bus y como es una de las primeras estudiantes que recogen  en el barrio Belén, sabe que podrá echarse un “motoso” mientras que llega al colegio  pues aún faltan 45 minutos de recorrido.

El conductor, amable le sonríe y enseguida busca en el dial “La vallenata”. Uno a uno van subiendo al bus los demás estudiantes cargados  de trabajos, van cantando “hay hombe olvidarla no es posible…” y Natalia piensa que con ese ruido será imposible el “motoso”.

Los muchachos de los grados superiores le hacen bromas, le tocan la cabeza, hablan más fuerte y en fin, Natalia sabe que tendrá que conformarse con mirar por la ventana e ir recorriendo con sus grandes ojos los paisajes mañaneros con el sol ya tibiando las ventanas del bus.

De pronto,  mira hacia el lado y ve a un niño angustiado porque dejó su trabajo encima de la mesa, a otro joven pálido y con ganas de trasbocar, más allá ve a unos  estudiantes haciéndole la broma a un compañero y cuando quiere cerrar los ojos no puede porque el bus  ya ha llegado al colegio.

Estudiará, se verá con sus amigos,  y luego volverá a mecerse en la rutina del bus de los sueños.


                                                                                                                     Andrea Martínez